¿CÓMO HEMOS LLEGADO AL "TODO VALE"?

La feria Internacional de Arte Contemporáneo (ARCO) se ha celebrado este fin de semana en Madrid y, como cada año, no ha dejado a nadie indiferente. Pero este año ha sido especialmente notable: tras el parón de la pandemia, el mercado del arte parece estar más activo que nunca. Este 2023 la feria contó con 214 galerías procedentes de 37 países, un número superior a la edición de 2022. La singularidad de esta edición se advierte también en el público, profuso y ávido de conocer lo más nuevo del mercado del arte. 

Paseando a lo largo de los stands de las galerías, puede que muchos se preguntasen por el sentido de una rama de árbol sobre un pentagrama (Escucha los árboles de Glenda León) o de una estantería con lo que parecía la disección de un bosque (Pyhästä lehdosta vuodatettu väri de Elsa Salonen). Y al encontrarse con el mediático “Cadáver” de Picasso, del controvertido artista Eugenio Merino, podrían llegar a preguntarse: “¿cómo hemos llegado hasta aquí?”. 

Y puede que la respuesta a esta pregunta sea más sencilla de lo que pensamos y tenga tan solo que ver con una persona: Marcel Duchamp.

Aunque parezca difícil de creer, la carrera artística de Duchamp comenzó dentro de las fronteras del impresionismo y más tarde del fauvismo. En pleno auge de las vanguardias, nos encontramos con un joven Duchamp que comienza a transitar entre el cubismo y el futurismo, siempre experimentando. En 1912 presentó Desnudo descendiendo una escalera, N°2, obra que sin embargo fuerechazada en el Salon des Indépendants de París y repudiada tanto por los futuristas como por los cubistas. Esto marcó un punto de inflexión en la carrera de este artista, que se trasladó a Nueva York para comenzar el camino que lo coronó como el iconoclasta que hoy conocemos. 

Duchamp encontró en el dadaísmo la libertad que tanto ansiaba. El movimiento Dadá nace como una contestación total de todos los valores impuestos hasta el momento, empezando por el arte mismo. Dadá como tal surgió en Zúrich en 1916, cuando el poeta rumano Tristan Tzara, los escritores alemanes H. Ball y R. Huelsenbeck y el pintor y escultor H. Arp fundan el Cabaret Voltaire. No obstante, podríamos decir que en Estados Unidos queda inaugurado por el Armory Show (1913) con dos pintores europeos, Duchamp y Picabia, y dos fotógrafos norteamericanos, Stieglitz y Man Ray. El movimiento se extiende rápidamente en los años iniciales de la Primera Guerra Mundial. Esta contienda puso en jaque al ámbito cultural internacional, el cual entró en crisis. El arte es uno de los elementos que se someten a cuestión y que se busca transformar.

Dadá comienza a configurarse como un movimiento artístico que rechaza toda experiencia estética y formal precedente, que busca negar el arte y crear el anti-arte. Así, se repudia todo el sistema de valores impuestos hasta el momento, negándose incluso a sí mismo. Es también un modo de reacción ante el sinsentido de la guerra y una contestación al sistema capitalista y del mercado de arte. Este arte dadaísta se aleja de cualquier lógica y se produce (en el caso en el que se produzca) según las leyes de la casualidad. Se derriban y traspasan todas las barreras, pudiendo utilizarse cualquier material, objeto, lenguaje, procedimiento… El arte ya no produce valor, sino que es el resultado de un proceso mental, basado en la arbitrariedad. Busca llevar a cabo acciones aleatorias cuyo objetivo es poner en crisis a todo el sistema. Su máxima revolución buscaba terminar con la razón social del arte, es decir, su valor como objeto y mercancía. 

Se abandona definitivamente el concepto de pintura o escultura convencional, de un arte que agrada a la vista con una bella imagen, que busca una mímesis o representatividad. El arte se convierte en una nueva forma de pensar, procediendo a crear cosas nuevas, realizando actos creativos. Dentro de esta corriente, la mayor aportación de Duchamp es pasar de la construcción de imágenes al acto de hacer arte, que cobra más importancia que el producto final. 

La negación dadaísta de las técnicas y del valor tradicional y mercantil del arte tiene su culminación en los ready-made de Duchamp: da un paso más y presenta un objeto común como una obra de arte, atribuyéndole un valor que previamente no tenía. Estas obras de arte no han sido generadas mediante un procedimiento convencional sino a través de una acción mental, que ha cambiado la concepción de ese objeto de manera arbitraria. 

Ready-made es un término extraído de la moda, que alude a las prendas que se venden listas para comprar. Incluso la utilización de este concepto refleja el hecho de que la cultura de la mercancía también debe cambiar el mundo de la creatividad. Son todos objetos que tienen una actitud artística que reflexionan sobre la máquina, la ironía, el sistema mercantil y el antisentimentalismo. Cuando Duchamp le coloca unos bigotes a la Gioconda en L.H.O.O.Q. (1918) no pretende despreciar esta obra maestra, sino cuestionar la veneración que la sociedad le profesa. Un público que no sabría distinguir el original de una copia. 

Creó Rueda de bicicleta en 1913, un objeto compuesto por una silla y una rueda, despojadas de su utilidad. La rotación de la bicicleta puede considerarse el continuo cambio de significados. El Botellero de 1914 es el primer ejemplo verdaderamente estricto de un ready-made, pues el objeto no sufrió ninguna modificación. En todas ellas encontramos que el acto mental es más importante que haber creado un objeto. 

  

Ese gesto mental de extraer un objeto de la realidad, descontextualizarlo, y colocarlo en un contexto museístico, dándole un significado y valor nuevo simplemente por haber sido firmado por un artista y encontrarse en un contexto expositivo es la gran revolución de Marcel Duchamp. 

Así, Duchamp expuso un urinario, lo tituló La Fuente y lo firmó con un nombre arbitrario, “Mutt”. Es una acción simple pero revolucionaria: extrae el objeto de su contexto utilitario y mediante la firma le otorga un valor estético y mercantil nuevo. Con esta satírica obra inauguró el arte conceptual y abrió las puertas a la inclusión de todo tipo de objetos y propuestas y que en los museos lo consideraran como arte. Probablemente esta sea la obra de arte más influyente del siglo XX. Un acto de rebeldía, irónica crítica y ácida sátira que creó un nuevo paradigma en la historia del arte, en el que “todo vale”. 

    

A partir de este momento todo valdrá. Del arte contemporáneo nacerán obras tan rompedoras como los lienzos rajados de Lucio Fontana, de los que encontrábamos uno en ARCO, o la Cama de Robert Rauschenberg, de la que encontrábamos una revisitación en esta misma feria.