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La perfección hecha escultura: el Neoclasicismo

Hoy os venimos a hablar de la escultura neoclásica, una de las más representativas en la historia del arte, pues trataba de imitar y hacer renacer la escultura de la antigüedad clásica, que surgió en la Grecia y Roma Antiguas, y que ha sido un innegable modelo a seguir de diversos artistas y escultores.

La influencia del clasicismo fue crucial durante la recuperación de los cánones clásicos que se dio con la aparición de una nueva estética, de un nuevo estilo, que miraba la vista atrás y se inspiraba en los modelos, las técnicas, y los cánones de la antigüedad: el Neoclasicismo. Este revival del clasicismo se manifestó tanto en arquitectura como en artes plásticas, en pintura y escultura, si bien en el campo escultórico, el peso de las obras clásicas era incluso mayor que el de la pintura. Una de las características fundamentales de las piezas neoclásicas era la belleza apolínea. Estas se inspiraban en la fortaleza y a su vez, en la serenidad.

Como en la arquitectura, en la escultura neoclásica pesó enormemente el recuerdo arqueológico del pasado, muy presente si consideramos el gran número de piezas que las excavaciones iban sacando a la luz en toda Italia y Grecia a partir de mediados del siglo XVIII, además de las colecciones que se habían ido formando a lo largo de los siglos. El arte clásico ya era muy admirado desde el Renacimiento, pero ahora no sólo era admiración lo que animaba a los artistas, sino también estudio científico, sistemático y racional de los modelos de épocas pasadas. Los escritos de Johann Joachim Winckelmann auparon a la escultura griega al supremo ideal estético y este importantísimo teórico de la historia del arte, llamo a todos los artistas a su mímesis, restaurando un arte idealista.

Durante el Neoclasicismo se imita lo clásico. Se imponen la elegancia y la serenidad, es decir, la moderación en las expresiones y los sentimientos. Las esculturas resultan austeras y frías, y sus poses serán correctas y medidas. No interesan los grandes movimientos grandilocuentes y violentos, ni tampoco los escorzos o las formas compositivas en diagonales (como sí había sucedido previamente con el Barroco). Predominarán ahora la frontalidad, el orden, la simetría o las formas más puras. Por tanto, sus seguidores se alejarán de una escultura llena de vida como había sido la renacentista, debido al prejuicio de considerar lo clásico como un ideal insuperable que había de copiarse al pie de la letra. Y, en efecto, apenas hubo otra cosa que copia mecánica de la antigüedad. En realidad, en aquella escultura no interesaba otra cosa sino la belleza puramente formal, donde cualquier seño de espíritu está ausente.
Los materiales debían ser materiales nobles, como el bronce o el mármol. En caso de trabajarse con este último, se debía seguir el purismo en los acabados, es decir, no abandonarse el blanco característico de la roca caliza. Aunque ya se sabía sobre la policromía de la escultura clásica griega por aquel entonces, como muchas de las piezas que habían llegado a sus días, los escultores optaron por mantener esta tendencia monocroma en el tratamiento del mármol. En cuanto a la temática, también se inspiran en los argumentos imperantes durante la antigüedad. Principalmente tomaban los relatos de la mitología clásica. Eran también recurrentes las alegorías sobre las virtudes cívicas, que llegaron a llenar los relieves de los edificios públicos más importantes de la época.

Pero el arte por el arte, por su mero disfrute o estudio era absolutamente imprescindible según las rigurosas teorías neoclásicas. Eran muy comunes estas copias del arte clásico debido a la proliferación de excavaciones, así como de los pintores que acudían a dichos emplazamientos a fin de dibujar los nuevos descubrimientos arqueológicos. Esto demostraba la importancia que tenia la escultura en aquella época, sirviendo incluso de apoyo para los pintores a la hora de llevar a cabo sus grandes lienzos.

En Fragonard Interiors hemos podido tener en nuestras manos dos obras escultóricas pertenecientes a esta estética neoclásica, y ambas responden fielmente a todas estas características que veníamos comentando. Además, gracias a ellas podemos ver a prevalencia de los considerados materiales nobles. Por un lado, el bronce patinado en el caso del excepcional busto Flora realizado en Italia. Y, por otra parte, aunque no sea expresamente mármol, vemos perfectamente el acabado blanquecino con la magnifico vaciado en yeso de la famosa Venus de Milo” del Museo del Louvre.

En Flora apreciamos claramente cómo los rasgos de la mujer responden a los cánones de belleza propios de la antigüedad y, a través de unas facciones completamente idealizadas, vemos el gesto amanerado y la expresividad contenida que adopta su rostro. Asimismo, destaca la minuciosidad y elegancia con la que son tratados cada uno de los cabellos del busto. Dichos cabellos, aparecen acompañados de preciosistas detalles florales y frutales. En definitiva, se trata de una magnifica obra equiparable, por su clara inspiración académica y neoclásica, a las grandes esculturas y más destacables obras maestras del mundo clásico.  ENLACE DIRECTO



En cuanto a la bellísima versión de la Venus de Milo, vemos en su pose una ligera y sofisticada inclinación, creando una especie de "s" con el cuerpo tan bien definido de la fémina (muy propio en las tallas de ese periodo histórico e inspirado en el contrapposto). Además, cada una de las partes responde estrictamente a las proporciones perfectas de la figura humana; así como su rostro, que es totalmente impulsivo y por su clasicismo, refleja el idealismo más absoluto.