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Talla Inmaculada Concepción, Siglo XVIII - Escuela Castellana
Madera estucada, Policromada y dorada, Plata y Cristal
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Talla Inmaculada Concepción, Siglo XVIII - Escuela Castellana

Talla de la Inmaculada Concepción en madera estucada, policromada y dorada. Ricamente decorada, con ojos en cristal y corona de plata. Se levanta sobre una base octogonal. Pertenece a la Escuela Castellana, original del siglo XVIII.
Esta talla presenta a la Virgen María mediante el tipo iconográfico mariano de la Inmaculada Concepción. Este fue un argumento doctrinal católico de larga tradición, que venía de la expresión «llena de gracia» (Gratia Plena) contenida en el saludo del arcángel Gabriel (Lc. 1,28), y recogida en la oración del Ave María, constatando este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios. Es un tipo muy representado en la pintura española del Siglo de Oro.
La Virgen se muestra vestida de blanco y manto azul, con las manos cruzadas sobre el pecho, pisando la serpiente y la mirada dirigida al cielo. Los ropajes se presentan con muchos volúmenes, ricamente decorados. Rostro dulce, levemente girado y rematado por una corona de plata. La composición, como en este caso, suele presentar un claro impulso ascensional, propiciado por el movimiento de los paños, un ligero contrapposto muy barroco y por las nubes y querubines que la sostienen, aunando dos tradiciones iconográficas: la de la Inmaculada propiamente dicha y la de la Asunción.
Iconografía de la Inmaculada Concepción
La iconografía tiene su origen en la representación de la Virgen tal y como se narra su aparición en el Apocalipsis, capítulo 12, versículos 1-17:
“Y una grande señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. (...). Y fue lanzado fuera aquel gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña a todo el mundo; fue arrojado en tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él”
La talla es bastante fiel al pasaje, presentando a la Virgen envuelta en un manto celeste lleno de estrellas, portando una corona y pisando a una serpiente que lleva en su boca el fruto prohibido.
Aparecen en esta escena toda una serie de símbolos relacionados tradicionalmente con la Virgen. En primer lugar, se alza vestida de blanco y envuelta en el típico manto azul celeste. Francisco Pacheco en El arte de la pintura aconsejaba pintar a la Inmaculada Concepción con túnica blanca y manto azul, tal como se apareció a la portuguesa Beatriz de Silva. Además, la túnica blanca presenta lirios y rosas, atributos marianos y de pureza. En segundo lugar, aparece de pie sobre tres serafines, el orden más alto de la jerarquía angélica. En la creencia cristiana, los serafines se caracterizan por el ardor y la pureza con que aman las cosas divinas, por ello representados en esta talla con alas de fuego, y por elevar hacia Dios a los espíritus a una dimensión superior, es decir, un estado en el que el cielo “se abre para ellos”. Esto va en relación con la iconografía mariana de la Asunción. En tercer lugar, aparece pisando a la serpiente o dragón que es el Diablo que, a su vez, lleva en la boca la manzana que hizo caer en la tentación a Adán y Eva. La Virgen se presenta así como exenta del pecado original. Es la representación de la Iglesia Católica del dogma de la Inmaculada concepción, como único ser humano concebido sin pecado original.
De la tradición al dogma de la Inmaculada Concepción
El Concilio de Trento estableció el pecado original como un dogma de fe y consagró la creencia de la Inmaculada Concepción, aunque no hizo dogma de fe de ella. En España se creyó fervorosamente en esta doctrina y se celebra el 8 de diciembre como fiesta de obligado cumplimiento desde 1644.
La Inmaculada Concepción de María, conocida también como la Purísima Concepción, es un dogma de la Iglesia católica proclamado en 1854 que sostiene que la Virgen María estuvo libre del pecado original desde el primer momento de su concepción por los méritos de su hijo Jesucristo, recogiendo de esta manera el sentir de dos mil años de tradición cristiana al respecto. Es decir, la Inmaculada Concepción presenta a la Virgen como el único ser mortal libre del pecado original. Se celebra el 8 de diciembre, nueve meses antes de la celebración de la Natividad de la Virgen el 8 de septiembre. No debe confundirse este dogma con la doctrina del nacimiento virginal de Jesús, que sostiene que Jesús fue concebido sin intervención de varón mientras que María permaneció virgen antes, durante y después del parto.
Dimensiones totales (con corona): 88 x 40 x 40 cm.
Dimensiones de la Virgen (sin corona): 63 x 42 x 27 cm.
Dimensiones de la corona: 17 x 10 cm.
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