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Una iconografía especial: la Virgen de la Candelaria

Iconografía mariana cuzqueña

Aprovechando la nueva pieza que hemos recibido en la Galería, hemos indagado sobre el origen de una iconografía mariana, característica de la zona de Perú, como es a Virgen de la Candelaria.
En este retablo Barroco Colonial se representa a la Virgen de la Candelaria, realizado en el siglo XVIII en Cuzco (Perú). Esta magnifica pieza cuenta con dos partes diferenciadas de extraordinaria calidad. La primera es una pintura donde se representa la iconografía mariana, desarrollada de manera profusa en el Arte Colonial peruano. El segundo elemento es el propio retablo, estructura arquitectónica que cuenta con diferentes imágenes talladas, que, tras el análisis iconográfico de las mismas, se deduce que esta pieza es un encargo privado por lo original de la misma.

Pintura de la Virgen de la Candelaria

En este óleo sobre lienzo, después adosado a una tabla, aparece la Virgen de la Candelaria entre dos barrocas cortinas rojas. En el Virreinato de Perú es la iconografía de la Virgen del Rosario la que más fuerza adquiere desde el siglo XVI, ya que sus milagros y bendiciones cohesionan las áreas administradas desde la Corona Castellana. Pronto, se ramifica hasta convertirse en la Virgen de la Candelaria, por lo que se presenta, de igual manera, como madre de su hijo al que carga en brazos, y con un rosario.


La Virgen se presenta hierática en un primer plano único, perspectiva sincrética propia de la zona andina. Otros elementos iconográficos son la presencia de la luna a sus pies, que responde a una tradición desde el siglo XV para la configuración de la Inmaculada Concepción, y que aquí se agrega como cuerpo celeste en la figura de la advocación de la Candelaria. Viste un manto campaniforme, largo y bordado, que denota su dignidad de Reina. La forma de cono truncado corresponde en su origen a las imágenes de bastidor, y en la iconografía sur-andina, a la identificación entre María y la Pachamama. Además, porta la corona imperial, elemento importante en la cultura social cuzqueña, donde era el ornato un distintivo vinculado al poder social de las clases dominantes. Es importante tener en cuenta que el Barroco había creado en los países europeos del Sur –Italia y España principalmente– prototipos marianos de extraordinario realismo y belleza. Sin embargo, en los talleres de los artistas mestizos e indígenas que irrumpen en la producción pictórica y escultórica del Virreinato Peruano desde finales del siglo XVII, inundando literalmente el mercado, se imprime a María el sello de una estética diferente a la europea. Es una belleza diferente, de rasgos más indígenas, como ojos rasgados o tez morena.

Retablo


La otra parte que conforma esta pieza es la propia estructura arquitectónica destinada a realzar y soportar la pintura. Tiene un tímpano central donde se representa una escena enmarcada por ferronerías de reminiscencia renacentista. En la escena se presenta a la Virgen con su hijo abrazando a un franciscano, como demuestra su hábito ceñido a la cintura con una austera cuerda. Gracias a la presencia de este religioso se deduce que esta pieza se trata de un encargo privado, probablemente destinado a una capilla particular, o a un convento franciscano. Arriba, aparece una rotura de gloria protagonizada por Dios Padre que bendice toda la composición. Por último, se debe tener en cuenta las impresionantes columnas salomónicas, de fuste helicoidal, adornadas con guirlandas y motivos vegetales muy carnosos. Estos ornamentos están presentes en toda la estructura, son del más puro estilo barroco. La técnica empleada en la concepción de esta pieza es excepcional, se han devastado los diferentes elementos hasta conseguir, en algunos de ellos, un bulto redondo casi exento. Posteriormente ha sido dorado con oro fino al agua y bruñido con piedra ágata.